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lunes, 30 de diciembre de 2013

EL AÑO DE NOA

El deseo de los demás siempre es el deseo propio. Por eso es deseable que mis deseos sean siempre los de los demás y para los demás. Hoy te deseo feliz año, mientras el resto del año me da igual, te hago la puñeta, voy a mi bola y practico el egoísmo como una forma de vida o de religión. Y así es la vida. No cambiamos por muchos años que pasen, ni por pocos que nos queden por vivir; aunque esto último nunca se sabe, si bien se puede intuir cuando tenemos la experiencia justa; ni más... ni menos.

Me gusta pensar que cada año es diferente. Que las personas cambian, que mejoramos para que los demás obtengan una mejor calidad de vida, y que no nos conformamos con lo que ya tenemos. Los buenos propósitos son siempre parte del pasado. Las buenas intenciones se diluyen con las palabras justo en el momento en que son pronunciadas. No quiero que me desees un mejor año... me basta con que tú intentes que sea posible un mejor año para mi, para tí y para todos. De lo contrario, nos estamos poniendo a la altura de Judas cuando entregó a Jesús.

Tu sabiduría es más sabia de lo que crees, pero no basta con que te lo creas, sino que además, debes saber sacar ventaja de ello. Veo que hoy tengo cierta facilidad para escribir, así que no quiero desaprovechar la oportunidad de dejar de hacerlo, siempre y cuando me apetezca. Quizá haya que saber buscar la utilidad de aquél que sabe pero no actúa, frente a quien actúa sin saber muy bien lo que hace. Pero este es otro asunto...

2014 vendrá cargado de novedades. Nos guste o no. Y sólo el tiempo sabrá la forma de reaccionar a aquello a lo que nos enfrentamos. Si tiramos de refranero, dicen que no hay dos sin tres, que a la tercera va la vencida, que a año nuevo, vida nueva, etc... puedes escoger el que prefieras. El caso es que alguna vez tenía que llegar, aunque puede que demasiado forzado y tomando demasiados riesgos... por eso, siento que si no lo llego a intentar, hubiera tenido siempre una espina clavada en mi corazón. 

Sí. Sigo pensado que es demasiado pronto. Pero cada día que pasa fortalece una raíz que no ha dejado de crecer desde el primer día. No sé el cuándo, intento entender el cómo, y aún me pregunto el por qué, teniendo, a partir de ahora, el dónde localizado en mi mente. Pero Noa dará y quitará razones, desclavará espinas en corazones ajenos, demostrará verdades y descalificará las mentiras de las falsas ilusiones. 

Cuando Noa llegue, llegará para quedarse. Y puede que yo nunca tuviera a nadie por quien vivir, pero por fin tendré a alguien por quien morir.

Si Noa quiere... 

lunes, 23 de diciembre de 2013

LA NAVIDAD DEL OTRO...

Será por las pocas ganas de mirar hacia otro lado; por la impaciencia de caminar sin sentido; o quizá por la desazón de quien no camina como debe. El motivo es indiferente cuando la causa es insalvable. Parece una condena. Navidad feliz en una infancia ya demasiado lejana, Navidad odiada en un presente demasiado trabado. La Navidad es vida también cuando no queda más remedio que cumplir con la misma. El que no lo ha vivido, no lo entiende, y el que lo entiende es porque no lo ha sufrido. Mirémoslo de otra forma similar: me gusta estar más libre los días considerados normales a cambio de esto. No digo que sea malo, pero tampoco tiene por qué ser necesariamente bueno u óptimo. Es mi forma de creer en el destino. Sí, algo cruel. Eso ya lo he dicho otras veces. Nadie me dijo, en ningún momento, que lo disfrutara mientras pudiera. Bueno, miento. Sí que me lo dijeron. Lo que pasa que es muy fácil hacer oídos sordos a todo aquello que no nos interesa. 

Aún así, dadas las circunstancias, me lo tomo con sabiduría, y hasta es una suerte trabajar en Navidad. Precisamente por eso, porque tengo trabajo. Y por otras cosas que ahora no voy a mencionar. Así que el que no se consuela es porque no quiere, o quizá porque no sabe ver el otro lado de las cosas, algo a lo que cada vez trato de estar más acostumbrado. Todo tiene dos caras (o más, si añades la falsedad...) y tienes que saber cuál usar en cada momento para no entrar en la rutina que los demás quieren imponer.

No quiero una feliz Navidad, porque de todos los años que me la desearon, en uno de ellos falleció mi abuelo. El porcentaje es paupérrimo, lo sé, pero no engaña de la realidad ni nos priva de la verdad. No pretendo ser cansino, pero el pasado no se puede cambiar. Quizá un día se me olvide el año, pero aquél año no me olvidará a mi ni a mi familia. De todas formas, no voy a volver a hablar de esto. No quiero una feliz Navidad porque ésta no nos transporta a un universo paralelo, ni nos cambia de vida, ni de sexo, ni nos hace más jóvenes, ni nos evita morir. Así que, ¿por qué ser feliz una día? ¿por qué desearlo? Prefiero enfocar mis esfuerzos en hacer que los demás sean un poco mejores el resto de los días. Y el de Navidad también, por qué no... sigue siendo un día de nuestras vidas.

Así que... Feliz Día. Hoy, por ser uno más de nuestras vidas. Y mañana por el mismo motivo. Quizá el futuro me haga volver a pensar como antes... pero el antes es muy amplio, así que nunca se sabe. Lo único que sé es que cuando pase mañana, estaremos en otro día, y así una vez, y otra, y otra...

Y estaremos siempre pendientes de la Navidad del otro, mientras nos resignamos a vivir la nuestra.

lunes, 16 de diciembre de 2013

LA LEGIÓN OLVIDADA

Me ha gustado bastante. Si alguien me quiere regalar la segunda y tercera parte de esta trilogía (el Águila de Playa y Camino a Roma, respectivamente...), yo, encantado. Por lo que he visto en internet, el libro no tiene buena crítica. Comentan que es muy típico y que cae en demasiados tópicos. Puede que sea verdad. Por otro lado, pienso que esto a veces es inevitable, que los buenos siempre suelen ganar y los malos siempre van a perder, aunque los buenos mueran. De momento, no es el caso. En este libro, los protagonistas son 4, al estilo de cualquier grupo de aventureros en los cuales uno de ellos es el fuerte, otro el sabio, otro el ágil y la mujer, la gran belleza del Imperio Romano. Un galo pierde a toda su familia y tribu y es convertido en gladiador haciéndose el más prestigioso de ellos en toda Roma. Allí conoce a Rómulus, que es vendido por un comerciante en horas bajas y que necesita dinero urgentemente. Rómulus entabla amistad con el galo, llamado Brennus, y tras unos incidentes en la puerta de un burdel, se enrolan en la legión del General Craso, que quiere conquistar Partia para disputar el Imperio a César y a Pompeyo, que están consiguiendo numerosas victorias en otras partes del mundo conocido. En la legión conocen a Traquinius, un adivino etrusco desertor del ejército que, igual que los dos anteriores, buscan pasar desapercibidos en la legión de Craso. 

Fabiola, hermana gemela de Rómulus, nacidos ambos por una violación de un noble a una esclava, es, igualmente, vendida a un burdel, y gracias a su extraordinaria belleza va haciéndose un hueco entre los clientes más exclusivos del mismo. Ésta sólo ansía encontrar a su hermano, y viceversa. Los otros dos protagonistas, venganza para su pueblo.

No voy a entrar en los tópicos, como dije antes. Me parece una novela muy correcta y muy bien redactada y documentada. Es casualidad que de todos los muertos, más del 80% del ejército de Craso, siempre los protagonistas salgan indemnes. Pero es ficción, y por tanto, posible. El ejército salió derrotado y los prisioneros convertidos para ser usados por el ejército parto. Y aunque la novela es ficción, el contexto es totalmente histórico, se puede buscar en internet lo que le ocurrió a esta legión y cómo murió Craso en manos de su enemigo, por lo mal que gestionó sus tropas. Eso es lo que más me ha gustado. Una forma más de contar la historia. 

Tarquinius termina haciéndose, gracias a sus dotes de adivino e inteligencia, con el mando de los hombres que el ejército parto envía a luchar hacia el este, y obtiene una fantástica victoria gracias a su estrategia una vez llegado a las fronteras. El libro termina ahí. Quedan cosas por atar, pero obviamente, quedan dos libros más, donde es de suponer que se irán solucionando las principales tramas. Rómulus y Fabiola deberán encontrarse, y los otros dos protagonistas deben volver a Roma. Pasará en el resto de la trilogía, imagino. Lo que no entiendo es la crítica demasiado cruel que a veces encontramos en muchos libros, discos, películas, etc... cuando realmente no sabemos lo que cuesta llevar a cabo tantos y tantos proyectos. Vale, el libro no es un best-seller, quizá. Pero cumple su cometido. Es fácil criticar cuando no se entiende, y sobre todo, cuando no nos ponemos en la piel de los demás. Para mi es recomendable.

lunes, 9 de diciembre de 2013

MIRANDO AL TECHO

Para escribir algo medio decente hacen falta muchas cosas, como ánimo, tiempo y detalles que contar. Y la verdad, hoy no cuento con ninguno de estos tres ingredientes. Pero no quiero retrasarlo a mañana, ni quiero dejar pasar la oportunidad de seguir con el ritmo de publicar, de momento, lunes a lunes. Más adelante, el tiempo dirá. Y es que tengo serias dudas con respecto a todo lo que se mueve a mi alrededor. Las ideas crecen, sugerentes, en mi cabeza, y no sé cómo darle forma a las mismas, a pesar del tiempo que me paso mirando al techo. El problema es que no siempre tengo tiempo para mirar al techo y reflexionar acerca de mi vida y los acontecimientos que la rodean; si miro al techo es porque ya he "encargado" otra tarea, que puede que ni siquiera me corresponda a mi realizar. O puede que sí. Eso es lo de menos. Lo importante es que creo que no sé estar parado, y que cuando lo estoy, divago más de la cuenta o, simplemente, pienso en más de una cosa a la vez, y tantas cosas juntas nunca pueden salir bien.

Mi destino está entrelazado con el alma de algunas personas. No son muchas, pero sí son más que suficientes como para hacerme dudar de casi todo. Sigo teniendo la mala conciencia de pensar que no se preocupan por mi; que quizá lo que hacen por mi, ya sea con la mejor de las intenciones, no sea lo que yo quiero. Que ya ni siquiera pido lo que me gustaría, sino lo que necesito para tener una vida normal, sin alegrías quizá, pero también sin problemas. Para que no caigan migas de pan al suelo... simplemente, no comas pan. A buen entendedor, basta. O sobra. O como se diga. Pero no podemos ser esclavos, de por vida, de una forma "tipo" de vivir, demasiada marcada por unas normas inexistentes en mi naturaleza, en mi ser, en cada uno de mis sentidos. Porque aquello que no tiene sentido es lo que más detesto en la vida, por mucho que lo quieran justificar. 

Siento no ser más claro, siento nadar en el mar de la ambigüedad y siento, sobre todo, el intentar que sean los demás los que traten de atar los cabos sueltos de los hilos que voy pisando en cada paso hacia un futuro en el que dos serán tres. De par a impar, producto de sumar aquello que, por miedo, no quisimos juntar. Pero el momento llegará. Y ya no seré yo quien desordene, ensucie o me muestre inconformista. Bueno, sí. Puede que yo siga igual... pero puede que también sea el doble de gente quien trate de imponer sus normas. A ver si perdiendo el poder de la exclusividad se sigue optando por la pasividad.

Yo lucho por lo que creo. Qué pena que otros no crean en aquello por lo que lucho. Prefiero mirar al techo antes que al suelo. Es como la indiferencia ante la sumisión. No hay color.

lunes, 2 de diciembre de 2013

LA SUMA DE NUESTRO CIELO (II)

...pero a ver si tú me entiendes a mí. Porque hace tiempo que no me esfuerzo en algo que sé que no merece el esfuerzo de los demás. No merece la pena. Todavía no sé qué buscas, ni lo que esperas encontrar. Renuncias a tu suerte despreciando tu dignidad. No te sientes libre y quieres secuestrar. Quizá debí dejarlo claro antes de empezar. Caminas por la vida sola, y encima, vas sin mirar… Y sigo pensando que no es una declaración aquello que no se quiere declarar. Y no… no quiero rimar. 

Bien. Vayamos por partes. Que aunque pudiera parecerlo, no quiero llegar a emocionar aunque hable desde el corazón, y al corazón quieran llegar en forma de lágrimas las palabras que mi garganta no siempre se atreve a pronunciar. No es un secreto que no vivo en la felicidad. Problemas tenemos todos, aunque tampoco me quiero quejar. La mayoría de las veces vivo por la inercia que la vida nos marca en su línea, y que no se puede fracturar. No siempre estoy triste. A veces permito que la melancolía siga su camino… si es que de mi se quiere apartar. Mujer, que tanto tiempo quise y que tanta resistencia muestras cuando te quieren amar. Siete y ocho horas al día me roban los sueños al tiempo en mi forma de caminar, en mi vida, en el freno de la creatividad. Y hay días, que suelen ser mayoría, en los que el sustento depende de cada uno de mis actos y que marcan el horario de todo aquél que necesita una necesidad: la de trabajar. Y no puedo hacer más. De verdad. El tiempo no es más tiempo ni para el bueno ni para el regular, ni para el malvado ni para la verdad. El tiempo es único. Siempre el mismo. Y si un día te regala dos horas, el día siguiente te las va a quitar. 

¿No quiero estar contigo…? Demasiada relatividad. El arma de la mentira afilada con el brillo de una hoja de cristal. Prefiero pensar que no existe un esfuerzo mutuo por estar donde uno cree que debe estar. Físicamente… o en tu realidad. Porque si trabajo de noche, no tengo otro sitio mejor donde estar. Y sueño despierto con otra posible verdad, la de meterme en tus sueños para estar siempre contigo en el lugar donde tú elijas estar. El camino es recíproco. Y si yo no estoy contigo, tú conmigo tampoco estás. Que me duele tu mirada al frente cuando te alejas de mi porque así lo deciden mis pies al caminar. En sentido contrario. El necesario para que ambos podamos respirar.

A veces me acuesto casi a la hora de despertar. Y vivo pendiente del ritmo, a veces lento y pausado, constante, incipiente, cruel y necio de las pautas de la ansiedad. Sí. No lo niegues. No tengo una vida normal. Y no recibo la ayuda que quisiera poder brindar. No te culpo. La culpa, como todo en la vida, es sólo de quien se la quiere apropiar. Pero tampoco me culpes a mi. Mi cuerpo forma parte de nuestra propia debilidad. Sigo necesitando ayuda… cada día más. Y para poder conseguirla, parece que cada día que pasa el precio es más alto y la recompensa de peor calidad.

Mi primer problema es que no soy perfecto. Por tanto, no busco la perfección en los demás. Si un día no se limpia, ni se cocina, ni me quieres acompañar… si un día duermes más, si lloras, pasas frío al trabajar, si no tienes ganas de más, no funciona la tele, las pastillas están donde no deben estar… si mi pijama ocupa la percha que no debe ocupar, o me lo dejo en tu mitad… si un día no me quieres hablar… no me importa. Ni quizá me importe nunca más. Porque el cinismo está lleno de verdad, y las frases que compartimos son para los demás. Por eso repito: no me importa. Y sé que, quizá, muchas cosas están mal. Pero también sé que de eso no depende mi felicidad. Son cosas que no echaré de menos cuando vuelva la vista atrás. Me podré arrepentir menos o me podré arrepentir más. Pero también habrá cosas de las que no me podré arrepentir jamás. A veces, me duele que me vean así, como yo me puedo ver en determinados momentos, y que hagan como si no me pasara nada.

Mi segundo problema es que carezco de personalidad. Y cuando decido enseñarla, actúo con maldad, pierdo parte de mi bondad y mi libertad vuela libre en busca de su propia felicidad. Tengo siempre que comprender a los demás cuando están mal incluso aunque nadie sepa leer en mi lo que mi alma quiere contar. Palabras al viento que huyen de herir toda sensibilidad. Susceptibles de crecer frente a un cambio de personalidad. Y, como dije, carezco casi por completo de ella. Así que, en este aspecto, no puedo protestar. Yo mismo me lo he buscado.

Y mi tercer problema es creer en la libertad. Aparentar mi disimulo, disimular que aparento felicidad, que hago lo que me gusta, que soy dueño de mi destino y que siempre elijo aquello que deseo realizar. Y este es el mayor problema de todos, porque cuando gasto mi tiempo en mi, no lo gasto en los demás; y aparece el desprecio, la elocuencia, la vanidad. La falsa mentira, la mentira de la verdad. A implica B, y B implica C. Y C es consecuencia de A, por lo que mi tiempo pertenece a A, sí o sí, o de lo contrario, no sé amar, ni parece que quiero a nadie, y el egoísmo parece hacerse dueño de mi corazón. Simplemente, por intentar ser yo. Por intentar vivir. Ya sabemos que cuando hay que elegir entre dos o más opciones, siempre nos vamos a equivocar. Y yo no iba a ser la excepción. Así que siempre me equivocaré. Da igual lo que elija. Y claro, el fracaso lleva a la depresión. Y uno se cansa de pensar tanto en el verbo fracasar.

La comunicación es inútil cuando la comprensión no existe en alguna de las partes. 

Sé que no te va a gustar. Pero no tengo una forma mejor de poder hablar. Y aunque obtenga tu perdón, yo nunca me lo voy a perdonar… porque no busco tu perdón. Sólo busco enseñarte otra forma de mirar. Compartiendo luces. Direcciones únicas. 

Aún existo. Y estoy más cerca que tu verdad. Más de lo que puedas imaginar...

Viene de aquí: http://tarifadirecto.es/component/content/article/13562-la-suma-de-nuestro-cielo-i

lunes, 25 de noviembre de 2013

ABSTRACTO

Y lleno de color. Matices. Y obviedades demasiado obvias que no necesitan ser explicadas. Sarcasmo libre de ser conducido por la estupidez del ser racional. Nos falta coraje y nos sobra valor. Y el valor viaja con la frente empapada en el sudor del trabajo realizado con el esfuerzo de nuestra conciencia. A veces, la indiferencia del ciego es peor que la ignorancia de quien puede ver y no quiere saber. Pero solo a veces. Otras veces, la importancia carece de sentido, y lo que sentimos carece de importancia, como nos quieren hacer creer. 

Más o menos sabemos que lo que tenemos que hacer. También sabemos lo que debemos hacer. Ni menos ni más. Por eso, no se entiende que no siempre hagamos lo que debemos y no hagamos lo que siempre queramos. Parece lioso, pero no lo es. Sólo debemos intentar comprender. Todo parece abstracto mientras permanece rodeado de la sencillez del momento.

En fin. Centrémonos en lo que interesa, porque lo que no interesa, no merece la pena darle mayor importancia. Cuando la prepotencia sobra, nos gana la miseria, y la injusticia de pedir por pedir ciega nuestras pasiones. No puedo entender ciertos comportamientos cuando saben que no tienen derecho a exigir absolutamente nada. Todo me cansa un poco, y al final, terminamos harto de demasiadas cosas a lo largo de nuestra vida.

lunes, 18 de noviembre de 2013

UN SACRIFICIO AJENO

Porque parece que el propio siempre requiere más esfuerzo que el de los demás. Y cuando es de los demás, lo vemos de una forma simplificada ya que no nos preocupa el acto en sí, sino los resultados. Cuando hay días en los que apenas quedan cosas por contar, uno piensa un poco más en el pasado, consistente en una especie de futuro que está aún por llegar y que, cuando llega, se olvida como si no hubiera sucedido. Son tiempos difíciles en los que cuesta casi hasta respirar, y la comodidad del que consigue aire gratis no se ve afectada por quien sufre como en cualquier época de nuestra historia. Esclavos, como en la antigua Roma, en la edad feudal o vencidos en las guerras civiles. Pero bueno, esto es otro asunto.

Entender y comprender pudieran ser la misma cosa, pero puede que nos estemos equivocando. Es como cuando decimos que no respetamos algo que entendemos. Es lo mismo. Comprender es cuando entiendes algo, que te puede gustar o no, pero realmente sabes, en el fondo, que no vas a hacer nada por cambiarlo. No pretendo juzgar a nadie, ni dar palos de ciego. ¿Se entiende? Pues no hagamos del sacrificio ajeno una forma del bienestar del egoísmo que, con el tiempo, veremos que no lleva a ninguna parte. Entonces, mi tiempo libre pasa a ser libre sin ataduras, y realmente me doy cuenta de que por una vez no tengo nada que hacer. Aunque siempre tengo cosas que hacer. Esto me lleva a pensar que aquellas cosas que tengo que hacer, no merecen la importancia que le dedico; debo cambiar el rumbo, tomarme las cosas con otra importancia, tener un nuevo concepto de lo que esto significa, o bien, rendirme y asumir las consecuencias. La verdad es que no lo sé. Me gusta hacer las cosas que hago, pero a veces no me apetece. También influye el cansancio, el horario, la invariabilidad de los hechos y las personas. Pero me da que pensar...

La constancia es la clave de todo. Asumir errores propios como si fueran de los demás, y puede que tengamos que hacer valer la palabra viceversa. Y espero no cambiar de opinión, y aprender de los errores. El problema es que nadie me dice qué es realmente un error y qué no lo es. Y los errores equivocados pueden que magnifiquen un error mínimo y lo lleve a su máxima expresión.

Es normal que tengamos miedo al amor, a perderlo, a no conseguirlo o, simplemente, a tener que luchar más de lo estrictamente necesario para vivir en paz con el mismo. Pero no por ello debemos renunciar a otro tipo de amor que no somos capaces de ver porque tenemos los ojos vendados... o vendidos. Al mejor postor. A quien nos condiciona unas cosas a cambio de otras. 

Un sacrificio ajeno puede ser demasiado sacrificio si finalmente nos mostramos indiferentes al mismo. Es una pena tener que pensarlo y no poder decirlo. 

lunes, 11 de noviembre de 2013

HUBO UN TIEMPO...

Hubo un tiempo en el cual las cosas estaban bien. Yo era yo, con mis defectos y virtudes. Con una personalidad introvertida, aunque llena de matices. Pero ahí estaba, de pie, luchando por algo que creía, y teniendo algo en que pensar. Aunque no fuera mucho. Nadie me juzgaba con maldad, nadie pensaba que pudiera obrar teniendo mala fe, guiado por el rencor.

Hubo un tiempo en que quizá no decía todo lo que pensaba, pero sí pensaba todo lo que decía. Y eso no es engañar ni mentir; ni ocultar la verdad, porque nadie tiene la verdad absoluta ni siempre se está cargado de razón. 

Hubo un tiempo en el cual prefería escuchar, aprender a escuchar y enseñar a escuchar antes que hablar por hablar. En aquellos tiempos, sentía más, me dejaba conocer más, y la transparencia de mi corazón se reflejaba en mi estado de ánimo. Me importaban las personas y sus sentimientos. 

Un día, sin saber por qué, guiado por quien busca actuar con bondad teniendo en cuenta la indiferencia en mi forma de actuar, empecé a cambiar. No me gustaban ciertas cosas que veía, que tenía que hacer… pero en el fondo, tampoco me importaba verlas o hacerlas. Esas cosas no iban a cambiar mi vida, y un acto de generosidad para con los demás, si a mí no me suponía nada, lo hacía con gusto y total sinceridad. 

Y vinieron más actos, y más cosas, y más hechos, que sin ser de mi agrado, hacía complacido por el amor a los demás. Y empecé a cambiar. Engordaba de halagos provenientes de las personas que enmarcaban mi bondad. Y no te puedes negar. Es un defecto el sentirnos útiles y el intentar agradar. 

Entonces te empiezan a juzgar. Sobre todo, cuando no haces algo que se supone debes hacer, porque uno es como es, y siempre lo ha hecho, aunque sea por gustar a los demás. Y te critican, y te valoran para mal, y te reprochan que hayas cambiado mucho, también para mal. Te ven cruel, solitario, que no quieres saber nada de los problemas de la gente. Y por mucho que hayas dado, tienes que dar mucho más.

Te torturan y te humillan, y se ciegan con una venda llamada vanidad, y el orgullo de creerse mejores personas simplemente por su forma de andar. No vales para nada si haces algo mal, si no lo quieres hacer o si únicamente prefieres que lo hagan aquellos que prefieren aparentar en lugar de buscar una paz con ellos mismos que perdieron muchos años atrás. Mi indiferencia se adueña de mi cuerpo y deja que escojan los actos aquellos que se creen saber más.

No cambiamos por cambiar, ni cambiamos nosotros mismos; cambiamos al caminar por las vías del camino que nos marcan los demás. Y cuando nos damos cuenta, es tarde para hablar, para cambiar y para actuar. Es tarde para todo. Seremos buenos si complacemos el ego de los demás. Seremos malvados si volvemos la vista atrás y, aunque sea por unos segundos, nos acordamos de que hubo un tiempo en el cual las cosas estaban bien. Yo era yo…

Y vuelta a empezar… 

lunes, 4 de noviembre de 2013

LAS FLORES DE MIS BOLSILLOS ROTOS

Lo tenemos enfrente. Y tengo miedo. Atroz. Un miedo que no puedo disimular, por mucho que quiera esconder en los bolsillos, junto con las llaves. Por eso se me suelen romper tanto, y el miedo, pánico desmesurado, dibuja con lápices negros el futuro que tenemos en la acera opuesta contraria a nuestra forma de pensar. Sigo caminando sin pisar el bordillo, casi de puntillas, sorteando las hendiduras que las baldosas dibujan, ya de por vida, en el suelo del presente. 

No le tengo miedo al error, sino a las consecuencias de éste. A la intervención de lo natural y de lo lógico, al enfrentamiento de las fuerzas, al engaño de las habilidades que llevan puñales cargados de picardía. Al sí y al no. Al blanco y al negro. Sobre todo si se imponen por la fuerza, dejando a la razón a un lado consentido. Miedo a los deseos caprichosos. Al abandono. A la hipocresía de un amor demasiado atemporal, o demasiado breve en el tiempo. Se puede medir de ambas formas. Miedo a la soledad incondicional, a la fatiga obligada de la imposición de unas ideas no siempre correctas. A la ignorancia del compromiso. Miedo al cariño pasajero de quien cumple por cumplir tras un correcto y simple lavado de manos. Porque nos falta tiempo para usar la palabra demagogia cuando no encontramos otra más apropiada al alcance de nuestras manos. Y así es. 

Tengo los bolsillos rotos por los tallos de las emociones que esconden sus colores en los pétalos de la admiración, por las llaves que guardan los secretos de mi desaprovechado corazón, y, por qué no decirlo, por los escasos círculos que clavan las monedas en la fuente de mis escasos deseos. Las espinas no desaprovechan la oportunidad de dejarse notar en la frágil tela que protege la piel del calor de las manos inquietas de mi razón. No lo puedo evitar. Los nervios son míos, y como tales, me definen, se apoderan de mi... y no puedo decir que me desagrade. Los sellos de identidad no sirven para enviar cartas sin razón. Ni los tocas con las manos, ni los pisas con los pies, ni los miras con los ojos ni los pegas a mi piel. Abstracciones que nos rompen los bolsillos, nos vacían los cajones, y nos hacen mil añicos las vajillas de mis pasiones. Así son mis flores y así mis bolsillos, como cristales de colores en la mente de un chiquillo.

Enséñame colores hoy, que ya miraré mañana en el blanco y negro imposible de tus ojos...



lunes, 28 de octubre de 2013

EL HECHO Y LAS FORMAS

Caminas en círculo sin destino alguno, y cuando pasas por mi puerta, no te atreves a sacar la llave para abrirla y demostrar todo lo que tienes que demostrar. Mis pensamientos van por ti... mis llantos hace tiempo que ya no van por nadie. Ese es uno de los grandes errores que buscan las personas porque, en definitiva, es el que acaban obteniendo; no importa el cuándo, sobre todo si no tenemos la certeza o la promesa de que va a llegar. No hay que esperar a que suceda algo para reaccionar, para estar seguros de que seremos capaces de responder adecuadamente. No hay que ver el futuro para actuar en dicho futuro si realmente no somos capaces de valorar el momento presente. Y no lo digo por mi. Me recuerda a mis tiempos de estudiante cuando me señalaban una fecha lejana con un examen en particular. "Queda mucho tiempo aún". Y diez y tantos años después, uno ya no recuerda la calificación del examen, pero sí recuerda la premura de que un día antes no sabía ni el cinco por ciento de la materia que había que estudiar. Evidentemente, no lo hacía por mi. Ciega juventud. 

El único culpable es aquél que siempre está empeñado en asignar la culpa de algo a los demás. Mis recuerdos en tu honor. No sé, pienso que algunas personas pierden demasiado tiempo en buscar culpables. No hay peor derrota que la de la no evolución. Hoy hago fotos, juego con la tableta y cambio pañales... bueno, todavía no. Pero el futuro es siempre incierto. Sin embargo, el pasado es siempre invariable. Y hace dos años no jugaba con la tableta pero sí con los amigos, o hace cinco años, o quizá diez. Siempre he hecho algunas cosas, y ahora estoy haciendo otras, y en unos años, haré otras.  Y no importa que muera con el suelo lleno de pelusas si mantuve una sonrisa en mis labios. No importa. No es problema de despreciar lo que consideramos inútil y adorar lo que siempre nos mantiene contentos. Apenas hay cosas que sean completamente inútiles, al tiempo que casi nunca estamos siempre contentos. Es más, casi siempre buscamos la palabra "nunca" para explicar lo inexplicable. Pero, por más que nos empeñemos, no existen los horarios en nuestro tiempo libre. Es libre. No debe tener horarios.

Por eso existe la separación entre dos personas no equilibradas. Si una intenta compensar siempre a la otra estará muriendo sin permiso, viviendo la vida que no le corresponde. Siempre libre una de ellas, esclavitud para la otra. El optimismo es resignación, la alegría es frustración y las muchas ganas se convierten en obligación casi injustificada. Una persona sin capacidad de decisión es una persona sin destino definido. Debemos ser libres de escoger lo que queremos, con la posibilidad de acertar o de errar. Y si yerro, lo habré decidido yo. Si me equivoco, es culpa mía. Por haber puesto en la balanza incógnitas ya despejadas o variables no deseadas; entiéndase como tales los consejos de la gente que quiere lo mejor para ti, las influencias de los amigos, de la familia o de los simples hechos que nos rodean. Demasiada información a nuestro alrededor, aunque casi nunca la solicitemos.

Ahora, en este preciso momento, no podemos dejar de sentirnos mal. Al menos, yo. Por el simple hecho de estar aquí sentando escribiendo una reflexión que, seguramente, no servirá de nada. Y miro hacia atrás y la pared me impide ver más lejos de un metro, aunque puedo intuir lo que ocurre. Pero creo que ya no existe nada que me guste hacer y que al tiempo me haga sentir mal. De todas formas, lo hago. Y las cosas no cambian. Igual que si no lo hiciera... así que, puestos a elegir, es obvio, ¿no? No me gusta sentirme derrotado antes de empezar la batalla. Espero mantener siempre la energía y el optimismo para seguir caminando, compartiendo y realizando las tareas que siempre me han gustado. Me puedo alejar de alguien si camino en sentido opuesto a su posición... pero también me puedo alejar de alguien si es ese alguien el que camina en sentido opuesto a mi posición. Y, haciendo válido el símil... yo me mantengo quieto y firme. Así que todo depende del punto de vista con que se mire. No siempre un mismo hecho se produce de una sola manera.

Ya me quedo más tranquilo...

lunes, 21 de octubre de 2013

LA PERLA DEL RÍO ROJO

Creo que casi todos conocen a Emilio Salgari. Sobre todo por la creación de su personaje de ficción más famoso, como es Sandokan. La Perla del Río Rojo es una aventura de piratas que se disputan el amor de una joven (que es dicha Perla, llamada así por el territorio del cual es origen, supongo...) cuando ésta, realmente, está enamorada de otro joven. Los dos pretendientes son jefes de sus tribus respectivas y poseen islas y bienes para vivir de una forma lujosa hasta el fin de los días, pero ambos están dispuestos a matar a su rival para hacerse con la joven. El amante de ésta está supuestamente muerto, pero la joven tiene la duda y acepta el chantaje de los piratas para viajar y visitar a un adivino que decidirá el destino de la Perla. La muchacha cuenta con la ayuda de una vieja adivina y su hijo, infiltrado en una de las tribus, para intentar salvar a su enamorado en el caso de que aún siguiera vivo. 

El libro es entretenido, corto y con mucho diálogo, sin apenas narrativa. Para ser el primer libro que leo de este autor, no me ha parecido malo, aunque tampoco es que sea una maravilla. Realmente no sabía que leer, lo encontré por casa y me ha servido de transición. Al principio no terminaba de engancharme por que los nombres chinos me confundían un poco para seguir la trama (de hecho, el nombre de la adivina, del hijo y del amante no los tuve claros hasta mitad del libro, y el de los jefes ni siquiera sé cuál es el que corresponde a cada tribu...) pero poco a poco fue enganchando y al final lo he leído en un suspiro. Tengo alguno más de Emilio Salgari, que leeré cuando me pase lo que me pasó con este: no tenía nada mejor que leer. Si es así, se pueden recomendar.

lunes, 14 de octubre de 2013

UN CORAZÓN DE HIERRO

Aunque muestre un compás bastante irregular, con un ritmo lleno de matices. Corazones olvidados por el óxido del hierro donde se graban nuestros recuerdos. Siempre prometemos las cosas para mañana, sin valorar la importancia de éstas. Evidentemente, las que son menos importantes las dejamos en la memoria del ayer. Vuelvo a crear el interrogante acerca de aquello que no es importante al tiempo que nos hace casi eternamente infelices; algo que no entiendo, pues no debería ser, por tanto, algo de escasa importancia cuando nos corta las alas de la libertad. Y lo que no es importante, nos entristece cuando consigue la importancia sin méritos reconocidos. Es cierto.

Entonces conocemos la verdadera naturaleza de aquello que nos debe importar, y apostar por ello al cien por cien. Y, sin embargo, nos desmerecemos, nos desprestigiamos y nos infravaloramos. En todos los aspectos y en todos los sentidos. Sigo viendo defectos elevados a la enésima potencia que nos impiden ser feliz de la forma en la que, al menos, queremos serlo. Y no deja de ser irónico el hecho de haber tomado una decisión un día maldito que creímos que fue la correcta y que vemos que, con el tiempo, dicha decisión fue de las menos importantes de nuestra vida al tiempo que nos otorga el mayor número de preocupaciones. Todavía hay gente que no se entera de que su propia felicidad es la mía... y viceversa. O eso quiero creer... que esa "viceversa" se encuentra de mi parte. Porque entonces tengo la sensación de que estoy haciendo el tonto... y no sé por qué, es una sensación que me persigue desde hace algún tiempo.

No tenemos varios corazones, ni siquiera tenemos dos. Si fuera así, uno podría ser de hierro, otro estar siempre enamorado y quizá otro sintiendo el dolor que nos deja el reloj de la vida cuando roza con sus agujas el polen que surge de nuestro alma, aunque... ¿Y si tuviéramos más de un alma? Algo también improbable, porque debe de haber algún vínculo entre alma y corazón. Si la primera es buena, el segundo no tiene motivo para comportarse de forma contraria...

Nadie es igual a nadie, todos tenemos distintas formas de pensar, de ser, de sentir, de vivir. Todos compartimos tantos gustos como aquellos de los que diferimos. Y ningún corazón se parece a otro. Y, sobre todo, no debemos olvidar que nuestra forma de ser nunca es la mejor; simplemente es la nuestra. Y no, mi corazón no es de hierro. Pero hay tantos tipos, que alguno debía de escoger...

No soy quien para decir cómo es corazón; mi misión sólo consiste en darle latidos para que él me de vida. Y en eso estamos...

martes, 8 de octubre de 2013

PORQUE YO LO VALGO

Cuánta soberbia para tan poca calma. Cuánta palabra suelta para tan poca consideración. Demasiado cariño para tan poco amor. Demasiado tiempo para tan poca dedicación. Demasiada sensibilidad y muy, muy poca sensación. Fábrica de tinieblas pronunciadas en la garganta de tu voz.

Volvamos la mirada atrás. Una vez más. Hacia aquellos tiempos que se divisan a lo largo de una pendiente cuesta abajo pero que aparecen invisibles a nuestra mirada. Parece que el camino al pasado está lleno de pendientes llenas de baches. Bueno, a lo que iba. La felicidad de muchos es más a ojos de la felicidad verdadera de quienes la desean de verdad. Consecuencias tienen los actos. Todos. Algunas son demasiado obvias. Por eso parece que no existen las consecuencias. Otras son demasiado evidentes... que viene más o menos a ser lo mismo. Y la mayoría son inesperadas. Bueno, realmente no son la mayoría... lo que pasa es que estamos obviando las obvias y las evidentes. Es evidente... valga la doble redundancia. A eso me refiero. A la facilidad de tener la capacidad de desear por los demás evitando todo tipo de responsabilidad. Lo sé, puede que haya sido una inconsciencia por nuestra parte. Dar lástima puede ser verdaderamente peligroso. Pero eso no evita que me sienta como me siento. Aún reconociendo que todavía no ha pasado nada... pero pasará. Y si no, al tiempo.

Yo también quiero, haciendo un símil algo descabellado, tener un coche tuyo, que pagues tú, que arregles tú cuando se estropee y que alimentes tú de gasoil u otras necesidades... y cuando a mi me venga en gana, disfrutar yo. ¿No? No sé... demasiado realista el ejemplo. Ya me sé cómo son estas historias porque estamos hartos de verlas en todas partes, lugar y momento. Y entonces puede llegar el momento en que tu felicidad puede ser inversamente proporcional a mi sacrificio. ¿Y eso tiene solución? Pues depende. Fundamentalmente de dos factores. El primero es mi paciencia, y el segundo es el compromiso. No el tuyo, sino el de todos, con lo cual no me molesto si me incluyo en el mismo. Deberíamos escribir las reglas del compromiso, que se olvidan con mucha facilidad. ¿Sí? ¿O no? ¡Qué bonito! Venga, hasta mañana... Y entonces, la paciencia se agota y el alma estalla delante de nuestras narices. Nos acordaremos de todos cuando no estén, y de ninguno cuando no hablen.

Es muy fácil hablar en la distancia, alegrarse por uno mismo y vivir en la ignorancia de no estar en la piel de aquél o aquella de quien deseas su bien, bien que se confunde con el ego y se disfraza de concha de caracol, llevándose siempre lo más importante a las espaldas.

Puede que me equivoque, pero personalmente, aún no he visto ni un sólo gesto que reconforte mínimamente los leves suspiros que dibujan mi corazón. Venga, hasta otra... porque yo lo valgo.  

lunes, 30 de septiembre de 2013

MARIPOSAS DE BARRO

Llueve sobre mojado. Y cuando se llora por algo intrascendente, lo fundamental pasa a un segundo plano. Superficial. Como el que desea algo de corazón pero, en el fondo, sabe que no es su problema. Para tener la valentía de pronunciar ciertas palabras hay que ser todo un señor.  Estoy en tiempos donde la nostalgia viaja por todos los poros de mi piel. Siento que pierdo el tiempo con todo lo que hago; siento que todo lo que hago es una pérdida de tiempo. Y el tiempo es lo que más vale en esta vida; no en vano todos dependemos de él. 

Todavía estoy esperando a que sucedan dos factores fundamentales que la vida aún me debe, de una u otra manera. Y ambos se refieren a las personas. El primero es que me crean. Que sean sinceros conmigo. Por increíble que parezca, y a pesar de que ya lo ignoro por completo, pues no quiero caer en el pesimismo y la desolación de quien tiene que estar constantemente luchando por el desengaño, aún hay gente que piensa que hago las cosas por interés. Siguen a años luz de siquiera conocerme un poco. Un poquito nada más. Mi único interés es estar bien conmigo mismo y no crear problemas donde no existen. 

El segundo factor es saber valorar las cosas importantes de la vida. No digo que yo sepa hacerlo, pues cada uno tiene sus sentimientos, prioridades y necesidades. Me conformo con intentarlo. Con pensar que, si hago está mal, y realmente soy consciente de ello, compensar mi error tratando de hacerlo bien. O todo lo contrario… no pensar en algo que no está mal, sino que simplemente es distinto, políticamente incorrecto, negociable o meramente respetable. Y que no por ello, me tenga que estar amargando la vida. La vida… momentos de infelicidad y sinsabores que se van conectando entre sí mientras el tiempo que pasa consume los momentos buenos. ¿Por qué debe ser esto así y no al revés?

No lloraría por una puta mariposa de barro que se rompe por accidente. Aunque lo lamente; aunque lo sienta, y haya cometido un error. Derramo mis lágrimas cuando piensan en ese primer factor anteriormente descrito: uno es siempre culpable aunque demuestre su inocencia; aunque no le dejen hablar. Es más fácil lamentar que creer. Ahí entra en juego el segundo factor. Eso es lo importante. Vital. Parece que no podemos vivir con la mariposa rota. Que hemos cometido el mayor error de nuestra vida... Sin embargo, ocurren otros hechos y ahí permanecemos… como quien ve llover. 

Cuando se juzga demasiado a una persona es porque aún no se le conoce bien. ¿Cansado de que se me juzgue sin dar ocasión a una réplica? Un poco, la verdad. Es normal. Y no es victimismo ni demagogia. Será que soy demasiado inocente y jamás pienso de nadie que todas las cosas se pueden hacer con una doble intención. Por eso duele, precisamente, que sí lo piensen de mi. Al menos, es lo que se me transmite. Llevo varios días intentando plasmar mis pensamientos como los descritos ahora, pero como siempre, me falta esa nota melancólica y, al mismo tiempo, de calma, para pensar en frío y con tristeza de lo que acontece en nuestras vidas semana tras semana. No es bueno escribir en caliente y necesito buscar las palabras apropiadas. Y tal noche como hoy, cuando no le tengo miedo al futuro, reflexiono y las palabras fluyen con la calma necesaria para ser entendido y no herir susceptibilidades. Al menos, así lo pienso. Aunque lo de ser entendido es un decir…

En fin… yo sé por qué lo digo. Me tacharán de ser poco comunicador; la realidad es que no se puede estar siempre buscando respuestas para las cosas que no las tienen… allá aquél que no me quiera creer. Me tacharán de ser poco afectivo; la realidad es que el rechazo sigue formando hogueras en mi corazón… y ciertas actitudes no ayudan. Me tacharán de ser muy solitario; la realidad es que no puedo estar siempre sólo ni siempre acompañado… todos debemos tener un espacio personal e íntimo. Me tacharán de muchas cosas más… y sólo el que me aprecie y me quiera de verdad podrá entender mi forma de entender la vida. Quizá el problema es que no supe explicarlo antes; pero si estamos dispuestos a aprender siempre, siempre podremos aprender a conocer a los demás.

No quiero que la gente me necesite para ser feliz; prefiero que necesiten mi felicidad para tener la suya propia. De todas formas… ¿Quién quiere un infeliz en su vida? Aunque las mariposas hayan vuelto a vivir, a veces los gestos curan menos que las palabras…  

lunes, 23 de septiembre de 2013

OBJETOS PERDIDOS

Hacía tiempo que no comentaba un libro... pero es que, cuando uno no tiene tiempo de nada, es precisamente porque no tiene tiempo de nada, y a veces ni de leer. Y he tenido que proponérmelo muy seriamente para terminar este libro que no es ni largo ni complejo, pero que empecé antes de verano y no terminó de engancharme. Pues eso, el libro, al principio, no engancha demasiado. Va de una mujer a la cual detectan cáncer de mama. Una mujer que está en primera línea, consejera de otra mujer aún más importante que se dedica a la política. Los comienzos son difíciles, y quizá es es lo que la autora intenta plasmar. Nos introduce en el mundo que rodea a la protagonista de una manera demasiado agresiva y creo que es por eso que el libro cuesta arrancar a leerlo. Después va enganchando. Se suceden varios acontecimientos en su vida, y creo que esa es la principal moraleja que, a partir de la mitad del libro, la protagonista pretender vender (o mentalizarse ella misma...) al lector.

¿Dónde terminan los escrúpulos y comienza la persona? Un cáncer que cambia por completo la forma de pensar, de ser, de vivir, de entender la vida, etc... de una mujer que piensa que lo más importante es siempre su imagen y su carrera profesional. Hasta que le llega la enfermedad. Después el libro pega un pequeño bajón, pues tiende al típico romanticismo, a no intentar cometer los errores de un pasado no tan lejano y a disfrutar de esta segunda oportunidad que la vida parece dar... o quizá no. Una amiga periodista que la traiciona aprovechándose de las circunstancias, varios antiguos amores que no aportan lo que realmente el amor busca, y una familia que termina acercándose por el temor de que la enfermedad termine separando aún más lo que en vida no se es capaz de tener.

Como pequeño punto de inflexión, el libro no está mal del todo, igual que cientas de frases célebres que hoy día todos conocemos y que no terminamos de aprender porque pasamos totalmente de ponerlas en práctica. Entretenido y amenos en ciertos momentos, si se tiene tiempo y tranquilidad, no es un mal libro del todo. De todas formas, en todos los libros de este estilo se deja ver la doble moral que el autor o autora pretende hacer ver al lector. No voy a dejar de recomendarlo, pero tampoco es para perder la cabeza. Dentro de lo normal.

martes, 17 de septiembre de 2013

PUZZLES INDEFENSOS, LADRONES DE ALMAS

No hace falta ser muy listo para entender las cosas como son. Cada uno es responsable de sus propios sentimientos, pero también es responsable de entender lo que los demás sienten. Y aceptarlo. O pareceremos una rueda que cae colina abajo y tropieza cada vez más en sus irreparables pinchazos. No es fuerte quien se mantiene fuerte, sino quien muestra una mayor resistencia a la fuerza de los demás. Mis pecados se asemejan a mis defectos en el mismo momento en que ambos son tenidos en cuenta como una misma cosa. Y eso no es así. Me cansa un poco todo esto, y hay días en que quizá me muestro menos comprensivo, hablador, tolerante o escuchador. Menos de todo. Días en los que quiero ser más. En los que todos piden más, pero nadie pide para mi, sino para ellos mismos. Nadie mide sus palabras. Y el dolor se asume como propio. Ajeno o personal.

La misma distancia hay de ti a mi que de mi a ti. Los mismos pasos, los mismos metros, los mismos sentimientos. Lo mismo demuestro yo cuando voy que tú cuando ni siquiera lo intentas. El mismo amor cuando algo no es como te gusta, el mismo odio que algo cuando me gusta te hace sentir mal. El problema ya no es la forma, la dimensión que queremos ver. Eso hace tiempo que desapareció. El problema es el fondo. Las cosas no están bien ni están mal. Están según se miren, y eso parece que aún no lo hemos aprendido. Y cuando algo está mal porque sí... simplemente porque sí, porque lo pone en el libro de las normas con las páginas en blanco, y me lo hacen ver, no puedo hacer otra cosa que gritar en silencio. Y reflexionar. Y mi lógica me dice que eso no está mal, ni bien. Simplemente es como es porque me facilita la vida; entonces llega la incomprensión. Y el dolor. Y el daño. Dolor y daño que, por mucho que se intente, ya es demasiado tarde para ni siquiera poder curar. Porque hay demasiado complejo de inferioridad en un corazón ya de por sí demasiado dolorido por cuestiones, quizá, demasiado banales. Pero igual que una gota de agua no moja mi cuerpo, diez mil gotas pueden llegar a ponerme chorreando del todo. Y eso tiene sus consecuencias.

No digo que sea perfecto. No. No es eso. ¿Qué pasaría si se intentara solucionar un problema creando otro aún mayor? Esa no es precisamente la responsabilidad que nos ata; aunque sí sea un poco la que nos define, precursora de  nuestros pasos. No, no soy perfecto, sino todo lo contrario. Ni nadie lo es. Y eso lo sabemos todos. Lo que me extraña es que si lo sabemos todos, ¿por qué no nos ahorramos el paso de los prejuicios voluntarios y nos centramos en solucionar las imperfecciones de los demás? Detesto las personas que van con la doble moral por bandera en sus vidas; que nos enseñan frases de poetas, filósofos, escritores, científicos, y todo tipo de personalidades y celebridades que en su día dijeron una frase para la posteridad. Y las enseñamos al mundo, haciendo ver que somos buenas personas. Y en cuanto la decimos, la incumplimos. Ladrones de almas, que te dicen que no robes mientras manipulan con cierta agilidad en las entrañas de tu corazón. No hagas lo que no te gusta que te hagan... pero yo soy dueño de mi mismo y hago lo que quiero. Una vez más, la hipocresía es la reina en todas las fiestas a las que estamos invitados.

No, la vida no es así. La vida es más que todo eso, y nosotros mismos iremos haciendo que se vaya desinflando como un globo para que sea menos de lo que merecemos. Por tanto, tampoco pidamos aire cuando lo necesitemos. La culpa es sólo nuestra. Estamos indefensos. Como un puzzle. Al final, tarde o temprano, cogeremos una pieza que encajará con otra. Puede que tardemos mil años... a las malas, puedo comparar una a una y sé que tendré la solución. El problema es si me satisface o no. Quizá a ti te satisfizo, tus actos, tus hechos, tus palabras... Tu forma de despreciar el tiempo de los demás, de creerte superior por la gracia divina de... ¿Dios? Dejémoslo en la gracia divina. Simplemente. Parezco llavero colgado por los hilos invisibles que maniobran en la sombra de tu mirada. Y lo cierto es que sé dos cosas sin temor a equivocarme: la primera es que lo estoy haciendo lo mejor que puedo; la segunda es que mi corazón me dice también que lo estoy haciendo de la forma correcta, según me dicta la conciencia.

- ¿Y el puzzle? - Te preguntarás... a mi no me satisfizo. Sí, tienes razón. No me refiero al puzzle. Que te lo diga tu conciencia... que no es mejor que ninguna otra, aunque a veces se lo crea; como suele pasar con tantas y tantas cosas...

No. No me satisfizo.

lunes, 9 de septiembre de 2013

NARANJA

De hipócritas está lleno el mundo. De falsas verdades y ciertas mentiras. De dolores que no duelen y nos alivian las cosquillas. De promesas realizadas con las dedos de los pies cruzados entre sí. Después de todo, va a ser verdad eso que dicen de la única verdad de la vida; aquello que queremos negar. La lista de los sinsabores que nos hacen compañía en lo cotidiano es demasiado extensa como para acordarse únicamente de lo malo, cuando lo más fácil es, precisamente, no acordarse de nada. Siempre digo que todos estamos en algún momento de nuestra vida en la línea imaginaria que hace que cambiemos de bando casi sin darnos cuenta. Hoy en día, por ejemplo, no entiendo que los niños no quieran estudiar cuando yo, en su momento, no quise estudiar. Y quizá dentro de 20 años no entienda lo que hago ahora. En eso se basa la experiencia. Más en entender lo que ocurre que en intentar aprender no cometer los mismos errores... o aciertos. Porque de todo se aprende.

El caso es que, quizá por dejadez, quizá por esa ley que nos imponemos nosotros mismos al tratar de favorecer lo que no debemos y obviar lo que más debemos cuidar, nunca somos capaces de encontrar un término medio. Pero eso no debe ser defecto de los demás, sino virtud de uno mismo. Si algo no lo quiero para mi, por el motivo que sea, tampoco se lo deseo a los demás. Y no hablo de una comida, de una afición, de un gusto personal. Hablo de hechos. La vida nos prepara el camino para todas nuestras sensaciones, y la primera impresión no siempre es la que más cuenta, pero seguro que es la más impacta. De verdad lo digo: nadie es mejor que nadie ni tiene por qué estar mejor preparado que nadie. Esos caminos ya los tiene dibujados la vida. Somos nosotros los que tenemos que decidir cuál de ellos debe tomar.

Entonces, el naranja se impone en nuestra mente, y somos incapaces de ver otro color. Imaginamos un horizonte lleno de matices, mientras desaparece en el placer de estar cómodamente relajados, en sillas, tumbonas, sentados o, simplemente, con la mente en blanco, sin nada en que pensar, con la ligera brisa bañando el color que nos agrada y que asociamos con el bienestar. No digo que sea el naranja. Lo he puesto por poner, porque, en el fondo, yo también imagino con soñar que me sigue gustando ser un soñador. Puedes pensar en el color que más te guste... funciona de la misma manera.

lunes, 2 de septiembre de 2013

UNA META INCIERTA

Inmenso. Cuanto menos lo pensamos más importante se nos antoja, lo cual no deja de ser contradictorio. A veces, cuando comenzamos algo de manera involuntaria, es decir, queramos o no, como puede ser un mes, un año, o la presencia de un acto programado (y es que, en el fondo, no dejamos de tener una vida marcada por el tiempo...), necesitamos armarnos de valentía y tomar decisiones que pueden ser irrevocables, con consecuencias inesperadas pero, por qué no decirlo, necesarias. Mis deseos siguen luchando por hacerse un hueco con la realidad de nuestras vidas. Y, teniendo en cuenta, que ayer fue festivo, podríamos considerar el día de hoy como el comienzo de algo, ya sea mes, estación o período. Puede que sea un momento propicio para decidir nuestros actos sin tener que depender de los demás. O puede que no. Pero cuando el ritmo de la vida no sitúa los acontecimientos delante de nuestras narices, quizá sea porque la vida espera que seamos nosotros quienes decidan el tiempo necesario para escoger nuestros momentos.

Entiendo, o lo intento, que las cosas importantes no suelen ser las que se dicen, sino las que se hacen. Ahí es donde se oculta la hipocresía de la verdad. La primera habla, la segunda escucha, y entre ellas se mienten por intentar no perder la batalla. Impresiona pensarlo, ciertamente. Ya me lo comentaron cierto día... de buena voluntad no se come, y las palabras se las lleva el viento. No se trata de desconfianza, si no más bien de impaciencia. Y se muestra impaciente el que, precisamente, muestra esa buena voluntad, porque de aquél que desconfía ya se encarga su propia conciencia de dictaminar sobre qué debe desconfiar y sobre qué debe decir para mantener la fe ciega que ya no existe en la buena voluntad.

De todas formas, quizá venga bien arriesgar. Ir a ciegas por camino seguro no garantiza, en primer lugar, que ese sea el mejor camino; y en segundo lugar, quizá sea mejor ver el camino por donde andamos, ya que puede que no nos guste la meta pero seguro que el paisaje puede llegar a merecer la pena... y si la meta no nos gusta, siempre podemos descansar en el camino y contemplar lo maravilloso que éste puede llegar a ser.

lunes, 26 de agosto de 2013

CON EL LABIO PARTIDO

Hubo una época en la cual caminaba por los pasillos de mi juventud con el labio partido. No. No es que me metiera en peleas, que nunca me han venido, ni me irán. Es fácil ignorar lo que uno no pretende. No, no fue por eso, sino por la inmensa facilidad de coger infecciones que quedaban plasmadas de una forma perfecta en alguno de mis labios. Vamos, lo que es una pupa en el labio de toda la vida. Yo las odio, pero ellas me quieren con locura… Hoy en día, con la medicina moderna, duran menos de una semana si la pomada es buena. Antes, dos semanas no había quien te las quitara.

En una de mis épocas rebeldes, en aquel año de BUP que no usé la marcha que debía haber metido y quedé mal parado aún sin entenderlo, me rendí demasiado pronto en todos los aspectos de mi vida. No quiero evadir mi responsabilidad, pero recuerdo aquél profesor de manos castigadas por la tiza que me explicaba las integrales (o lo intentaba...), o aquél otro de bigote serio y mirada serena que explicaba filosofía como quien te habla de algo que no te interesa en absoluto... ni a él tampoco. Y de aquél llamado Isidoro, que hacía tan obvia la biología que te restaba puntos en aquellas preguntas que estaban mal en los exámenes. O aquella loca de pelo blanco a juego con su bata que fue a parar a mi instituto únicamente ese año y que resolvía sus propios ejercicios de física y química con sus propios errores y que hacía que yo no tuviera que hacerlos en casa. 

Entonces, tras aquella Navidad, una pupa se instaló en mi labio inferior, ligeramente ladeada a la derecha del mismo, y decidí plantarle batalla, hasta tal punto que no dejé que desapareciera en tres meses. Y llegó a ser tan profunda que me dejó el labio partido y la desidia instalada en aquél pupitre del final de la clase junto a la puerta de salida del aula. De hecho, aún se puede apreciar en mi labio el lugar exacto de esa cicatriz que me dejó aquél curso de 3º de BUP que hizo que perdiera, en cierto modo, un año de mi vida, por culpa de aquellos cuatro profesores y sus asignaturas que fui incapaz de aprobar ni siquiera en septiembre. Jamás nadie me enseñó la lección o la forma en la cual corregir mis errores durante el curso, y en septiembre pasó lo que no esperaba, pero tampoco deseaba. El curso siguiente fue el que debía ser, con profesores mucho más severos en todos los sentidos, pero sin punto de comparación alguno con su forma de enseñar. Ahí me di cuenta de que lo puedo aprender todo, pero necesito que se me explique bien. Fui repetidor solamente en esencia, porque en presencia fui uno más, casi el más pequeño en forma de pensar, en la ingenuidad de lo que poco a poco se fue forjando como mi extraña personalidad. Envidio a los jóvenes de hoy en día; no por el hecho de tener la misma oportunidad que tuve yo, sino porque yo ya no podré tener dicha oportunidad y ellos aún están a tiempo. Aunque a muchos les pasará como a mi, que aún no ven que tienen el poder y la sabiduría en sus manos, y entonces puede que prefieran ir... con el labio partido.

martes, 20 de agosto de 2013

AFÁN DE PROTAGONISMO

Se ve de lejos. Por mucho que se intente disimular. El egocentrismo tiene la facilidad de no dejarse esconder así como así. Y cuando alguien tiene afán de protagonismo, como decía... se ve de lejos. Desde muy lejos, la verdad. No es que quiera parecer más inteligente que nadie, ni previsor, ni cauteloso... todo lo contrario. La confianza que creo en aquellos que no se dejan impregnar por la misma debería, al menos, dejarse notar de alguna manera. Sin embargo, al tiempo que genero confianza, se me va creando cierta desconfianza cuando veo, noto, siento, detecto... que alguien busca más afán de protagonismo del que realmente le toca llevar. Claro, juega con ventaja, como un equipo de fútbol cuando juega ante su público. Y es consciente de ello, y se aprovecha. El problema que tienen estas personas es consigo mismas, simplemente porque se piensan que necesitan ser protagonistas de algo que, personalmente, ni me importa ni me interesa. Ni nos importa, ni nos interesa. Intento preocuparme de dejar la vida pasar, que ya es bastante, y eso deberían hacer los demás; dejar la vida pasar de la mejor forma posible y dejar que la vida de los demás discurra según el deseo de cada uno.

De todas formas hay algo que no entiendo; tan culpable de dicho afán es el que lo protagoniza como el que lo permite. Y si quien lo permite, lo permite... mejor no digo nada. Pero ahí está la barrera que se crea sin permiso otorgado, ahí reside el precedente de lo que parece obvio y en personas que no saben ver más allá... ocurre eso: que más allá del protagonista, se encuentran con su afán. Y salen derrotados a ojos de todos, excepto de ellos mismos que, preocupados por su afán, se piensan victoriosos y ganadores sobre los demás; sin embargo, sólo transmiten pena y la sensación de un vacío que ahora mismo no se muy bien donde situar...

lunes, 12 de agosto de 2013

UN SUEÑO DE 10 MINUTOS

La mentira no existe. Sólo es el reflejo de una burla a la verdad. El extraño no siente el vacío que deja la persona que nunca quiso saber su identidad. Y aun no sé escuchar mi libertad. Las palabras me salen incompletas con letras que vienen y van. Me da miedo el futuro y más aún la eternidad. Sonrisas demasiado frágiles en labios no menos espabilados. 

Porque aunque parezca mentira, siguen existiendo cosas por las que, al menos, intentar luchar. Vidas que lograr. Formas de decir las cosas que realmente queremos conseguir. Nadie puede dudar de mi honestidad. Siempre me ha sentado mal despertarme sin que los ojos de la luna me presten atención.

Hoy me siento bien. Y todo se puede mejorar, por lo que quiero ser optimista y sentir antes que tener que negarme a probar aquello que tengo miedo a no poder olvidar. Nunca y jamás. Porque también tenemos que decidirnos a darnos una oportunidad. El aprendizaje forma parte de la vida, y ésta nunca nos va a juzgar. Se limita a enseñar. Y quien sabe... puede que tengamos alguna oportunidad. Porque si muero, que sea sintiendo que lo hice creyendo en lo que creía y no en lo que querían los demás. Hoy escuché en la radio que una universidad de estas que investigan, por lo general extranjera, ha descubierto que cuando alguien muere y el corazón se le detiene y realmente muere, el cerebro sigue funcionando y experimentando al menos de 10 a 15 minutos, pues las células del mismo no se detienen al momento como el resto de los órganos. O algo así... por tanto, aquellos que han estado muertos unos minutos y luego han sido reanimados, aquellos que han tenido experiencias cercanas a la muerte... parece ser que sí, que tienen razón, que después de la vida hay algo más, al menos por unos minutos, que producen sensaciones y experiencias únicas y a partir de ahí... El caso es hablar de algo, y ha sido lo primero que se me ha ocurrido... la próxima vez que me apetezca escribir, lo haré; al menos, de forma esquemática. Que luego llega el lunes y se me olvida lo que hace dos días quería escribir. Y me pongo a divagar más de la cuenta...


lunes, 5 de agosto de 2013

LOS ÁNGELES NO SUEÑAN

Canción negra sin color, dulce aroma a flor, mis respuestas de vida muestran el invierno y el calor, el tiempo de la duda, la pintura y el amor, desventura de mi sudor, cementerio expuesto al sol. Canción impregnada en sudor, ángeles que ya no son pretensiones de mi ensoñación, que sueñan con la libertad de la muerte y del vigor, de la energía y de la razón. 

Y ahí andamos, intentando contar los ángeles que un día me abandonaron, y jamás los volví a ver volar por las letanías de mi compasión. La vida se pierde el mejor día, y el peor perdura por siempre en nuestros recuerdos. Aún es pronto para saber si el demonio volverá a usar sus poderes que apagan la llama de mis canciones; aunque canciones no me faltan. Las mismas que escucho cuando siento que las ganas de vivir tampoco me sobran.  Afortunadamente, aún cuento con algo de Esperanza para bañar la melancolía que se escapa por los poros de mi piel. 

Porque si algún día tuve ángeles, perdieron la belleza de contar sus sueños a mi Dios. Porque a veces te sueño con demasiado temor, como intentando taparme los ojos de la misma forma en la cual uno no quiere ver, ni saber, ni conocer. Que no hace tanto tiempo que íbamos de la mano, intentando seguir tus pasos, demostrando que cada aliento sale justo del corazón. El pasado nos debe demasiadas cosas que no sabemos aprovechar...

lunes, 29 de julio de 2013

UN CUERVO SOLITARIO

Todos tenemos una canción que debemos escuchar cada cierto tiempo. Hay quien tiene muchas. Y eso me pasa a mí, por lo que me siento afortunado. Una de ellas podría ser la canción del cuervo solitario, la del túnel del amor o simplemente la de la caja. Hoy no importa el grupo. Quizá nunca importe el grupo siempre que te haga sentir lo que se debe sentir por una canción que verdaderamente cumple con su función. Cuando me entristeces pienso, y pienso tantas cosas que al rato, por la noche, o en la tristeza de la tarde, planeo reflejar mi tristeza en un escrito, con palabras que salen del mismísimo alma. Pero nunca soy capaz. Al rato me convierto otra vez en una buena persona. Hoy voy a intentar plasmar algunos de mis pensamientos más recientes. Y es que lo primero que debemos hacer es valorar nuestros actos, pues todos tienen más importancia de lo que parece. Así que me pondré a valorar…

… y valoro las cosas desde el punto de vista personal y de dos personas que deben ser una para todo lo bueno y no únicamente para lo malo. Así que esto va dirigido a ti; no me culpes. Es inevitable que toda actitud termine siendo juzgada tarde o temprano. Más no pretendo ser más papista que el Papa y cargar a mi espalda toda mi presunta inocencia.

No llores por aquello que no tienes si no eres capaz de sonreír por lo que posees. Y esto hace dudar. No sé si sabes lo que tienes… Lo que se puede perder en unos segundos por intentar ganar algo que es probable que no esté al alcance de nuestras manos. Ese es el dolor más grande que puede tener el ser humano; no nos equivoquemos. No sabes cuántas veces busco ayuda para sacar las lágrimas de mis ojos hacia una muerte inevitable de desesperación. El sacrificio no es tangible si no se consigue lo que se persigue. Y eso es la sensación que ha tenido siempre mi alma en los últimos años. Yo también tengo momentos en los que no puedo más… pero los escondo en algún rincón de la pantalla de mi ordenador.

Las cosas nos irán bien cuando aceptemos el destino, sin dejar de luchar por cambiarlo, sin renunciar a cada una de nuestras posibilidades, pero al mismo tiempo, sin desear lo que realmente se nos antoja imposible.

lunes, 22 de julio de 2013

GOTAS DE CANSANCIO

Por muy bien que se sepa tratar el ruido, ruido será siempre ruido. Se puede disimular, pero ya no es lo mismo. Si no se dice, puede que tengamos alguna ventaja... pero el que entiende, más o menos es capaz de percibirlo. La semana pasada vi en mi noche mucha oscuridad. Aunque ya no recuerdo cuál. Tres horas sin dormir, deambulando con la ropa siempre justa que uno viste cuando hace calor. Sístoles y más sístoles... y las extras por delante. Por mucho que no quiera pensar, al haber cosas que ni se piensan, no se pueden ni siquiera controlar. Y, realmente, eso es lo que ocurre. No termino de estar bien, a pesar de las distracciones, de los momentos que uno busca para meditar y de la suerte del que no quiere llorar. Puede que tenga que aceptar un destino que ni siquiera puedo conocer, y eso desanima bastante. Mucho, se podría decir. Más de lo que se puede imaginar. 

La verdad es que siento, sobre todo, cansancio. Cada latido de menos acelera el siguiente, y cada vacío en el pecho es una gota de cansancio que va minando la energía que por las noches uno nunca llega a recuperar. Odio la incertidumbre por naturaleza, y mi cuerpo no sabe frenar las decisiones del cerebro que éste toma en mi contra sabiendo lo que acabo de afirmar. Todo se me hace interminable. El día. El mes. La semana. Las horas que quiero que pasen pronto. Las horas que no pasan. Los minutos que cuento en mi reloj. La finalización de las tareas. El llanto de las injusticias. La rabia de la incomprensión. La lucha por la, seguramente, inexistente felicidad. Y creo que debe ser así, porque cuando uno no es feliz haciendo lo que hace, entiendo que todo se me haga interminable. Porque nunca hago lo que quiero, y casi nunca quiero lo que hago. 

No tenemos primaveras que nos ayuden a coger tono antes de vivir, año tras año, el cansancio del calor. Y los otoños son demasiado largos y se pierden sin poder mirar al sol. Tengo sensaciones extrañas que poco ayudan a la vida o al amor. Necesito que termine agosto. Apenas puedo sentarme sin sentir volcar el corazón. Y mi alma no despega, ni el viento puede volar con la angustia de quien siente que a cada momento puede dejar de respirar. Pero, después de todo, siguen siendo gotas de cansancio. Porque la vida agota, y vivir... no me lo quiero ni imaginar.

lunes, 15 de julio de 2013

LAS MITADES DE MI CANCIÓN

No importa el cómo ni el cuándo. Ni mucho menos, el por qué. La negativa de mi conciencia en contraposición a los deseos de quienes tienen alas por el simple hecho de convertirse en ángeles. Semana tras semana caigo en mis propios fracasos, y la genética de mis genes niegan la evidencia de quien pretende llevar siempre la razón, sí o sí. Tampoco importa el cómo se consiga la razón, ni el por qué debemos llevarla siempre por bandera.

En cierto modo, me vi reflejado en una foto del pasado con la historia de quien puso su mitad a cambio de nada, guardándose la otra mitad para intentar ser feliz en los años que nos queden por vivir. Expando mi madurez hasta el punto de que con un simple símbolo puedo dibujar una sonrisa en tu rostro. Sé que hay momentos que uno no puede olvidar; otros, sin embargo, no queremos olvidarlos. Y aquí entra el por qué. Simplemente, por nada. No hay motivos para hacer lo que hacemos; no hay motivos para no hacer lo que dejamos de hacer. Porque nunca dejamos de pensar en el cielo, en la nostalgia que las nubes inexistentes de esta época intenta dibujar en nuestros corazones. Dos mitades forman un entero, pero solemos entregar nuestra mitad a más de una persona. 

Me viene bien escribir lo que siento una vez a la semana. Me quita la obligación, me libera de recursos y me permite expresar mejor mis sentimientos y mis emociones. Quizá vuelva a escribir más seguido en unos meses, pero por ahora, me encuentro bien así. Mis taquicardias me siguen recordando a cada minuto que soy mortal, y como tal, susceptible de cometer errores. Bueno, al menos me equivoco yo sólo... o empujado por una necesidad que realmente no existe... o quizá sí. No lo sé. Los soportes existen. Están ahí. Lo que sí noto en mi es una extraña de necesidad de arriesgar un poco más de lo normal. No ser un pasota, sino enseñar mi rebelde pasividad de un genio siempre controlado. Con buena educación y mejorando mis modales.

Satura, y mucho, repetir las acciones cotidianas; sobre todo si se convierten en una especie de mitad obligación... mitad Esperanza. Ya lo dije antes... mis muchas mitades no siempre suman la unidad. O quise decir algo parecido. Ahora, en un rato, tengo que leer. El que me conoce, sabe a qué me refiero. Leer, montar, escribir... leer, montar, escribir... y por el camino, dejo mitades tiradas sin más, esperando a que llegue el enterrador con su pala sombría y vieja. Ya las perdí, no me interesa lo que haga con ellas. Menos mal que ando bien de ánimo... de lo contrario, mejor ni hubiera pedido la cuenta. 

No sé... quizá siete días son muchos... o pocos, según se mire. Pero ahora mismo es lo que necesito, y cada vez procuro evitar más la redundancia. Tengo tantas mitades que no sé escoger cuál es la mejor canción...

lunes, 8 de julio de 2013

...Y NO VE LA VIDA PASAR...

Más no seré yo quien juzgue a aquellos que no termino de conocer, ni de entender. Sus motivos tendrá. De todas formas, todo forma parte de la mente, que es la que se debe de encargar de asumir las cosas como son. Algunas se pueden cambiar, y se puede luchar por ello. Otras no; lo cual deja patente nuestra inmensa inutilidad. Mis momentos de calma suelen ser más calmados, otra forma evidente de ver que estoy aprendiendo a tomarme las cosas como vienen. Por supuesto que me siguen doliendo algunas acusaciones, pero que mejor manera de chocar que ignorando la ignorancia. Esta semana leí algo que me gustó, porque me sentí identificado. Y es que yo no he cambiado, ni cambiaré. Simplemente, aprendemos. Y al aprender, crecemos, y nos ven de otra manera, de aquella manera que a veces hemos mostrado y que ha sido la que ha interesado al egoísta observador. 

En el fondo, nadie está hecho para estar con nadie porque nadie es igual a nadie en toda la amplitud del concepto. Es cierto que muchos se complementan, y las ruedas son más redondas cuando existe mayor complicidad. Lo importante es no encontrar un bache que haga saltar por los aires una circunferencia imperfecta. Y por esos aires de nadie rodamos más tiempo que por el suelo firme de las indecisiones y las dudas.

Aunque no lo parezca, mi estado de ánimo crece cuando se avecinan más descansos, y uno pone buena cara al mal tiempo. Y ahora tengo uno de esos ciclos. Pero eso no siempre es bueno, pues el buen tiempo termina llegando y entonces la cara debe ser buena por obligación. Y al final, terminamos poniendo siempre buena cara para que los demás sean más felices a costa de nuestra propia felicidad... bueno, no me quiero repetir. Esto ya lo he dicho en infinidad de ocasiones en este mismo blog. Prefiero seguir aprendiendo, mantener la mente despierta y el alma deseosa de nuevas experiencias. Porque después de todo, la vida pasa, y pasa, y termina pasando mientras nosotros, pobres mortales, nos quedamos quietos sin un freno de mano que podamos levantar. Quizá la gente llora por eso... porque pierde mucho tiempo buscando su freno de mano... y no ve la vida pasar. 

lunes, 1 de julio de 2013

Y ESTABA YO PENSANDO...

...mientras intentaba dormir con este  no muy fuerte pero inesperado dolor de muela que quizá haya que decir lo que uno piensa para que la vida nos muestre un camino que, haciendo lo que se supone que debemos hacer, no sabemos ver. O no podemos ver. Que en nuestra patética existencia quizá merezca la pena vivir menos pero haciendo lo que nos gusta. Sacrificarse lo justo. Y si a alguien no le gusta, siempre va a tener dos opciones: aguantarse o escoger a otro. Finalmente, parece que uno siempre obra mal, actúa de la forma equivocada. Ya que siempre nos equivocamos, hagámoslo de una forma que nos divierta y no nos haga sentir mal. Tendremos que pensar en eso de que no hay mal que por bien no venga. Al final nos obligan a renunciar. Pero no podemos nunca renunciar a lo que fuimos, a lo que queremos ser, a lo que nos gusta. Y cuando los descansos de uno se convierten en otro tipo de trabajos, terminamos perdiendo la paciencia y las ganas de estar donde queremos se van incrementando.

Esta de la foto es la gárgola. Sí, ya sé que le falta el látigo, pero prefiero una gárgola sin látigo a un látigo sin gárgola. ¿No? Pues más o menos a eso me refiero. Mi estantería gris tendrá menos escritos reflexivos (y menos escritos en general...) y pasará a ser como una especie de diario público, quizá semanal, quizá mensual... bueno, mensual no creo, me pica más el gusanillo de escribir más a menudo... pero bueno, en definitiva, irá en función del tiempo. Y ya que estrenamos mes, estrenemos estilo de vida, e intentemos (cuando menos) obviar problemas redundantes (que lo repetitivo cansa...) y centrarnos realmente en los importantes. Y, sobre todo, descansar. Esta semana intentaré negociar con el Ayuntamiento del pueblo organizar unas partiditas de Heroquest, ya que éste ha puesto a disposición de sus ciudadanos un local de libre uso para actividades del pueblo. Por intentarlo no pasa nada, y así de paso quizá me reencuentre con mis orígenes. Intentaré relajarme los dos días de descanso que tengo esta semana y no forzar la máquina, que el cuerpo lo nota. ¿Hace una partidita? 

Por cierto, que en cuanto pueda, me escapo a hacer fotos... aunque sea sólo. Qué remedio...

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